jueves, 30 de octubre de 2008

Jornalero por un día (valga la redundancia)

El fin de semana pasado he tenido una nueva experiencia religiosa, mastercard o como se quiera llamar... No sé cuántas veces más volveré a vivirla, pero hay cosas que hasta que no se hacen, no aprecias lo que hay detrás de ello.

Me explico. Este fin de semana pasado estuve en Griegos, el pueblo de mi novia, que está cerca de Teruel (el pueblo, no mi novia). Ya he estado más veces. El pueblo es pequeño pero "cuco". Los paisajes son bestiales, puesto que está en la sierra de Albarracín. Es uno de esos sitios que te permite desconectar, disfrutar de la naturaleza, desestresarte de cualquier tontería que te pudiera rondar la cabeza...

Pero el fin de semana pasado no estuvimos solamente de ocio. Una de las razones era que mi suegro necesitaba recoger patatas que había sembrado. Pero también el tío de mi novia. Y estoy hablando de pedazos de tierra bien majos (entiéndase lógicamente por grandes). Muchos surcos bien largos, donde había patatas para dar y tomar.

Pues ahí estaba yo, dispuesto a vivir esta nueva experiencia de ponerte botas, mono de trabajo, guantes. agacharte durante tiempo hasta que ya no sintieras los riñones, a sudar copiosamente, etc. Una vez preparado y sobre el terreno, el tractor de S. (dueño del terreno y tío de mi novia) se puso a remover la tierra y por ahí aparecieron patatas a montones. Y la tropa que estabamos ahí, [una tropa muy maja por cierto (creo que si digo que eramos 20 personas no me quedo corto)], veíamos el percal e ibamos como locos a por las patatas (no fuera a ser que éstas se fueran corriendo o algo por el estilo).

Pero no pudimos coger ni la mitad de la mitad (o sea, ni un cuarto). Lo malo había sido que, con tanta lluvia durante el mes de octubre, el terreno estaba con mucho barro. El tractor no podía pasar por todo el terreno y remover todo lo que se necesitaba (veías como las ruedas giraban sobre el barro y parecía hundirse por momentos más y más). Pero también nosotros, los que recogíamos, nos hundíamos con las botas en el barro. Y así, no se pueden recoger patatas.

Desde luego, de la experiencia (que duraría unas dos horas o algo así), lo que puedo llevarme conmigo es que recoger patatas es duro de narices. Si con lo que cogimos (recogeríamos tres surcos y llenaríamos quizá 15 o 20 sacos de patatas, con 10 kilos cada saco por lo menos) ya nos costó nuestro esfuerzo, ¿que habría pasado si se hubiera podido recoger los 10 surcos restantes? A veces oyes que el trabajo de campo es duro. Y nosotros asentimos, porque siempre es lo que hemos oído. ¿Pero lo decimos con conocimiento de causa? Yo desde luego que no.

Pero después de mi "esfuerzo" del domingo pasado, es que se dice eso con razón. Es MUY DURO. Estar expuesto a las inclemencias del tiempo (sol de justicia, frío, lluvia, etc.), tener que agacharte constantemente a recoger lo que hayas plantado, transportarlo, limpiarlo un poco, meter en sacos o cajas... Para que luego lleguemos nosotros (los urbanitos) y digamos que el precio del kilo en el súper es desmesurado... Vete a sembrar y recoger patatas tú y luego me dices si el precio te parece caro. Creo que no nos damos cuenta que mucha gente ha trabajado muy duro para que toda esas hortalizas, verduras, etc. lleguen a nosotros. Que han sudado la gota gorda y que apenas reciben poco dinero por ello (porque el que infla el precio luego es el supermercado)... Cuando te toca a ti recoger todo, entonces te das cuenta de que algunas cosas, que quizá damos por sentado, no son así.

Por ello, mi admiración sincera para toda aquella gente que se dedique profesionalmente o por ocio al campo. ¡Olé vosotros! (por no decir obscenidades).

Eso sí, ¡qué bien me saben ahora mismo las tortillas de patatas hechas con dichas patatas! De hecho, reconozco a cada una de las patatas que he cogido con mis propias manos...

lunes, 27 de octubre de 2008

Experiencia Mastercard

8 años de espera hasta que AC/DC ha vuelto a Madrid para tocar en concierto: increíble.

8 años hasta que AC/DC han sacado nuevo disco: insuperable.

4 horas haciendo cola en el Corte Inglés para conseguir entrada para el concierto de Madrid: infumable.

La sensación de haberte quedado sin entrada: una grandísima putada.

Y todavía sigo sin explicármelo, quién ha conseguido todas las entradas del concierto, porque se supone que limitaban la compra de entradas a dos por persona. Me puse en la cola del Corte Inglés a las 10 de la mañana y delante de mí había un máximo de 40 personas (o el equivalente de 80 entradas). El caso es que pasaba el tiempo y eso no se movía ni un centímetro. Incluso a las 10:20 (las entradas salían a la venta a las 10), se decía que no había entradas. De repente, se oyen aplausos y júbilo en la cola. Salían entradas. Pero con cuentagotas. De hecho, algún afortunado que las consiguió contaba, que en el ordenador decía que estaba todo vendido y que, de vez en cuando, aparecían a la venta 20 entradas, 40 entradas, 12 entradas… Y entonces se metían y cogían. Así que la espera prometía ser larga. Tan larga que, tras 4 horas de espera, y sólo haber conseguido entrada un máximo de 20 personas (lo juro por Snoopy), nos dicen los vigilantes del Corte Inglés que se ha confirmado que las entradas están AGOTADAS.

Y yo me pregunto. Había gente en la cola que, al tiempo que esperaban, estaban llamando por teléfono al servicio de venta de entradas con 2 teléfonos móviles (sigo jurando por Snoopy que llamaban a dos bandas)… El caso es que decían que no conseguían contactar. Mi novia y un amigo intentaban conectarse a la página de servicaixa para comprar las entradas… Todo bloqueado. Los cajeros de servicaixa tampoco daban el servicio… Entonces, ¿quién y cómo ha conseguido llenar todo el Palacio de Deportes (aproximadamente 16.000 entradas)?

La frustración era increíble. Por lo menos me quedaba el “consuelo” de ir a las tiendas para comprar el nuevo disco “Black Ice” e irme a casa para ponerme la música a todo trapo. Pues voy a la Fnac y me dicen que la edición especial no lo tenían en venta en tienda, sólo por internet. ¿Sería posible que tampoco podría irme con el consuelo a casa (y me sigo refiriendo al disco, y no a una persona que de repente se llame Consuelo)? Así que me fui a otro Corte Inglés y… ¡lo conseguí! Allí sí que lo tenían. La dependienta nos decía que allí había habido gente haciendo cola desde las 6 de la tarde del día anterior. Y que sólo habían conseguido entrada 10 personas… Más incredulidad por mi parte.

Desde luego, todavía no me puedo explicar cómo el promotor del concierto solamente contrata un sitio tan reducido como el Palacio de Deportes. Esta gente tendría que ir a sitios como el Bernabeu o el Calderón y lo seguirían llenando con creces. Tampoco no me puedo explicar como el único sistema de venta es a través de internet y sin entradas de papel, porque la sensación de que te están “tangando” es constante.

Pues eso, me he quedado sin la ocasión de poder verles (a falta de que pudieran concretar una fecha adicional en Madrid, que lo dudo). Habrá que conseguir el DVD que saquen de la gira (si es que lo sacan).

Mientras tanto me consuelo con la escucha del nuevo disco (había mono de nuevas canciones) y con el hecho de haber conseguido dos días más tarde entrada para el concierto de Metallica en Madrid (algo que después de esto, parecía igual de imposible de conseguir).

miércoles, 15 de octubre de 2008

Socialización

Que conste que esto no va a ser un mitin en favor de Zapa o del PSOE en general (para política, ya tenemos bastante con encender la tele o la radio)..

No, hombre, no. Voy a contar una de esas experiencias vitales mías diarias. Luego, aquellos que lean esto, pensaréis: "¡Menudas chorradas cuente este tío!"... Pues sí. Eso sí, te reto a que tú cuentes algo mejor en tu blog, que para eso "semos" libres de crearnos tantos blogs nos dé la gana y escribir en ellos lo que nos parezca...

Mira que vas andando veces por la calle (vamos, el que no vaya andando, que me escriba y me lo cuente), y pasas de largo a montones y montones de gente. A veces tratas de pasar desapercibido, otras vas con tu iPod enchufado y pasas de todo, otras vas con prisas y pegas empujones para llegar antes (la mayoría de veces sin querer, eso sí)... En cualquier caso, nunca te paras a hablar con ninguna persona que te encuentres en la calle, salvo las excepciones de "no sé cómo llegar a este sitio", "¿tiene fuego?" y alguna otra.

Supongo que una de las razones evidentes es que, si lo hiciéramos, no llegaríamos nunca a ningún sitio, porque nos tiraríamos horas y horas hablando con todas las personas (¡y eso, obviamente, es inviable!). Otra razón podría ser el mero hecho de no conocer a la otra persona y no saber o no poder hablar de nada con ella por no conocerse mutuamente. Alguna otra razón podría ser porque no se tienen ganas, porque da vergüenza entrarle a alguien desconocido, porque ya vas acompañado y no necesitas más conversación, etc. Bueno, en definitiva, razones hay muchas.

Pero es que cuando tienes perro, todo eso se va al traste. Yo no sé qué tendrá de mágico ese animalito, pero por el mero hecho de tenerlo y estar en la calle con él, se te acerca todo tipo de gente y habla contigo o te pones a hablar tú con cualquier otro desconocido que tenga chucho y empiezas a entablar una conversación amistosa. ¿Es que nos volvemos "idiotas" por el mero hecho de tener mascota? ¿Qué paso con todas las razones mencionadas anteriormente? ¿Sólo por tener perro ya conoces a la otra persona? ¿Ya te apetece hablar con un completo desconocido? ¿Qué pasó con la vergüenza de tener que dirigirte a otra persona que no conoces de nada?

Resulta que, en mi caso, el hecho de tener perra, me convierte en uno de esos casos extraños. Voy paseando y hablo amistosamente con cualquier persona que se me cruce y me mire. Dejo que se acerquen, que toquen a mi perra, que me digan cosas... Vamos, dejo de ser aquella persona que he sido y que soy habitualmente. Es decir, no soy un indeseable, pero sí un viandante más, que va a su aire y que no se interesa por nada más que por el próposito principal que me haya hecho moverme de un sitio para otro (ir al trabajo, ir a casa, ir al club de deporte, ir al banco, etc.).

¿Por qué no seremos capaces de romper esa barrera que nos separa mutuamente con la misma facilidad cuando no hay mascota de por medio? ¿Qué nos impide estar de un humor bueno generalizado si no estamos acompañados de un animal en cuestión? ¿Nos contagia el perro su bienestar, su tranquilidad y su afabilidad general hacia la vida? El perro no parece juzgar a nadie. Se alegra de estar, de estar acompañado, de que le des una palmadita, que le digas algo. No pide nada a cambio. Si le riñes por algo mal hecho, el perro vuelve hacia ti con la misma actitud de siempre (tras un breve periodo de tiempo, eso sí).

Quizá deberíamos aprender a tener esa misma actitud cuando nos encontramos solos y no ser tan "ariscos" y antisociales continuamente. Porque luego resulta que la gente es muy maja y que se conoce a gente muy diversa y muy interesante. No digo que todos nos convirtamos en amigos por una conversación puntual, pero desde luego sería mucha más agradable el paso de los días.

martes, 14 de octubre de 2008

Un buen día

Ayer fue un buen día...

Es verdad que nunca había trabajado tanto en un mismo día, pero también tuve mis alegrías.

1. Me encontré con P., un buen amigo de esgrima, con el que tengo unos cuantos "piques" pasados y espero que futuros. Hacía mucho tiempo que no nos veíamos, con esto de mi nueva residencia, etc. Eso sí, me cuenta milongas sobre que no le llegan noticias mías, correos de los de antaño (famosos boletines de volesgrima hispalemán [para mis fieles seguidores previo-blog sabrán de qué hablo])... Todo mentiras y excusas, porque le he notificado muchas veces que he escrito un blog, le mando algún que otro correo para recordarle que le voy a seguir zurrando la próxima vez que nos veamos sobre una pista. Eso sí, previamente nos tendremos que poner la chaquetilla y careta correspondiente, elegimos un buen sable y "allez"... ¡Qué razón tienes sobre el jamón que nos deben en el club! En cualquier caso, siempre es bueno conocer a muy buena gente. Y si encima te llevas bien y te reencuentras después de un tiempo, las alegrías son mayores. ¡Qué nos veamos más veces!
Por cierto, P., los de la foto se parecen a lo que hacíamos nosotros en nuestros asaltos, ¿eh?

2. La mayor alegría de todas... AC/DC va a venir en concierto a Madrid. Desde que me enteré ayer, estoy que me cago (perdón por la expresión, pero es que es lo que más pegaba en este momento)... Todavía tengo el recuerdo de ese conciertazo en el antiguo Palacio de Deportes (año 2001, Stiff Upper Lip Tour). Me llevé a un amigo (M., ¿te acuerdas?) que le gustaba AC/DC, pero que no era tan fan loco como yo... Acabó igual de entusiasmado que yo. No paramos de comentar durante varios días (incluso me atrevería a decir que alguna semana), lo alucinante que había sido la experiencia. Para mi fue un sueño, porque no tengo reparo en decir que es mi grupo favorito. Y ahora voy a tener la oportunidad de volver a verlos... Me pienso comer a todos los que se me pongan delante el martes que viene, cuando se pongan a la venta las entradas, no vaya a ser que me quede sin el preciado papelito... Buff, qué largo se me va a hacer hasta el 2 de abril del año que viene... El consuelo está en que sacan disco YAAAAAAAAAAA.
Y ya está. Alguno pensará que con que pocas cosas me contento... Pero es que estas dos cosas me alegraron enormemente el día. Si todos los días pasaran cosas como estas, que llevaderas se harían cosas como el trabajo, mudanzas, etc.... ¡Qué le vamos a hacer! Soy un chico sencillo... (para algunas cosas, je je je).

domingo, 12 de octubre de 2008

Dedicatoria especial

Mañana, un amigo (F.) va a tener un día un poco especial y difícil. No. No temáis. No se muere ni se casa.

Simplemente va a cambiar de oficina de trabajo dentro de su empresa. El pobre es un poco sentimental y le coge cariño a los sitios en los que está. Mañana será su último día en Moratalaz, para irse a la zona de Mar de Cristal (¡qué lejos te vas!).

Pero dicen que los cambios suelen ser para mejor, sobre todo si han sido elección de uno mismo. Vas a un sitio mejor y con mejores perspectivas de todo (incluso de perderme un poco más de vista, je je je...).

Así qué, mañana con mucha tranquilidad y como suelen decir por estas tierras: ¡Valor y al toro! Aunque tú, siendo bilbaino, perseguirás al toro y será él que te tema...

Suerte en tu nueva andadura. Aquí va una dedicatoria especial.

Circo público

Y nunca mejor dicho. El viernes me quedé con la intriga. Me explico.

Venía en el metro con R., que acababa de enseñarme su nuevo y flamante pisito en alquiler (por cierto, dos cosas: "peazo" piso, me ha gustado muuuuucho; por otro lado, enhorabuena oficial por tu nuevo paso en tu vida, que te salga bien y que seais muy felices). Después de ver su nuevo hogar, era hora de ir a hacer cada uno nuestros recados y nuestras cosas. Así que cogimos el metro, yendo los dos en la misma dirección.

El caso es que una parada antes de tener que hacer transbordo, se planta un personaje de lo más variopinto en medio del vagón. Pantuflas, pantalones holgados, una corbata chillona, tirantes, un maletín viejo que llevaba consigo a todas partes... Vamos, un cuadro. Y encima tenía una bola de gomaespuma roja en la nariz. Todo esto sería muy raro, si no fuera por el hecho de que se trataba de un payaso. O mejor dicho, una payasa (porque era mujer).

El caso está en que me sorprendió que, viendo la que nos venía encima (iba a hacer alguna especie de broma o actuación), todos sólo mirabamos de reojo. O más bien queríamos mirar hacia otro lado. La cuestión, como procede en cosas de este estilo, es evitar a toda costa mirar a la otra persona, temiendo que te pudiera morder, asaltar, decir algo, etc. Actúas como cuando estás en un ascensor y no conoces a la otra persona. Miras al suelo, al techo, miras el reloj, te quedas fijando en el cuadro de mandos de la cabina, etc. (nos suena a todos, ¿verdad?). Pues aquí, igual. Ahora, reconozco que yo era el primero al que le daba cierto reparo observar a esta persona.

Y sin embargo, esta persona quería que nos fijaramos en ella. Desde luego, comenzó saludando en voz alta a todo el mundo y nos vimos "forzados" a contestar. Con un hecho tan simple y cotidiano (¿cuántas veces al día haremos nosotros lo mismo?), se rompió el hielo (por lo menos conmigo) y ya sentía que no pasaba nada si miraba todo el rato (que es lo que quería conseguir la payasa). De esta forma, comenzó su espectáculo. Ella quería explicar que estaba haciendo un cursillo a distancia, del cual estaba comenzando y que no dominaba nada bien, en el cual se le exigían unas prácticas no remuneradas, pero obligatorias, en las cuales tenía que hacer un número. Este pequeño relato se extendió un poco más de lo debido, porque ella, respetuosamente, todo hay que decirlo, se calló para dejar hablar al de la megafonía grabada que anuncia la siguiente parada con sus correspondencias con otras líneas. La cosa empezaba a calentarse...

El caso es que su "práctica" iba a consistir en la doma de un león. Y por león, me voy a explicar. Aparece del otro extremo del vagón, un "animalito" con mallas de colores chillones (verdes, amarillos y rosas fosforitos, entre otros muchos colores), un top igualmente de colorido y de chirriante, unas rastas tipo Lenny Kravitz en sus días mozos (es decir, para el que no lo conozca, su pelo recogido en en trenzas compactas, dejando que sólo tenga 20 o 30 trenzas como peinado) y, como no, la bola roja de gomaespuma en la nariz. Cabe decir que un león, no es así. Por lo menos, los que enseñan en los documentales de la 2 tienen otra pinta. Pero a este le cogías un cariño inmediato (por lo menos en mi caso). Pues mientras la primera payasa cogía un aro, la "leona" se ponía a rugir y a mover sus "melenas" a modo de demostrar su frenesí salvaje y la necesidad de doma.
Y ahora viene la peor parte. Que llegué a mi parada. No sé lo qué pasó a continuación. Podría haber continuado no sé cuántas paradas más hasta que hubiera terminado el espectáculo, pero igual habría llegado hasta Aluche (es que iba en la línea 5 de metro). Pero como suele pasar en los días actuales, el tiempo es oro y tuve que renunciar a echarme unas risas y seguir con mis quehaceres (es que yo me animo a reir en cuanto puedo). La payasa "principal" se me quedó mirando y me preguntó que adónde iba. Que me iba a perder lo mejor. "Lamentablemente, me bajo aquí" le contesté. Y con esa intriga de cómo seguiría esa doma espectacular, seguí mi camino.

P.S.: La verdad es que quiero reconocer sinceramente a todas las personas que se dedican profesionalmente o en su tiempo libre a hacer reir a las personas. En un mundo donde parece que lo que nos domina son las desgracias, los sucesos trágicos y demás eventos malignos, siempre se agradece que una persona trate de ponerte una sonrisa en la cara. Ahí va mi felicitación a todos ellos.

P.D.: R., me tienes que contar cómo terminó todo esto...

jueves, 9 de octubre de 2008

Adiós guiri, hasta la próxima

Hoy no es un buen día. Y no porque estemos en crisis, sino porque un muy buen amigo mío se ha vuelto de su visita relámpago a España otra vez para Alemania.

No lo voy a negar. Me pone triste. Y lo "grave" no es que se haya vuelto (lleva allí no sé cuántos años ya), sino que en esta ocasión no nos hemos podido ver. Las circunstancias no han permitido que compartamos un ratito juntos para vernos, charlar, reirnos y pasarlo bien.

Hay veces, en las que no disponer de alguien o de algo, te hace sentir lo mucho que lo aprecias y lo echas de menos. En este caso con M, mi amigo, esta sensación se acentúa cada vez más con el paso del tiempo.

Nuestra relación viene de muy lejos. Del colegio y el instituto. Y todavía dura. Y espero que dure aún muchísimo más. Cada vez que hablamos, nos escribimos o nos vemos, el tiempo pasa volando. Nos contamos tantas cosas, nos lo pasamos tan bien, compartimos tanto, que siempre que termina nuestra visita, te quedas con ganas de más. Parece que todavía hay tantas cosas que contarse, enseñar, hablar, etc. Tienes ganas de que vuelva M. de visita o que yo me pueda escapar para Alemania y verle (pero no siempre es posible).

Quizá toda esta sensación se acentúe por la falta de posibilidad de verse continuamente. Esto hace que los encuentros entre nosotros se conviertan siempre en algo especial. No nos andamos con rodeos y vamos directamente al grano. No nos andamos con chiquitas y hablamos directamente de las cosas que nos pide el cuerpo, que nos apetece o que simplemente surgen. Pueden ser temas personales y trascendentales (familia, parejas, personal) o bien chorradas integrales que permiten que te rías sin parar durante un buen rato. Pero nunca da la sensación de pérdida de tiempo en ningún caso. Cuando estás en el momento, sabes que pasará bastante tiempo hasta la próxima vez, así que tratas de aprovechar el tiempo al máximo.

Lamentablemente esta vez no pudo ser y nuestra próxima reunión queda emplazada seguramente para navidades (aunque esto no esté decidido definitivamente). Lo que tengo seguro, es que ya tengo muchas ganas de que lleguen esas fechas y poder cuadrar los horarios para poder pasar ese tiempo que nos ha faltado en esta ocasión.

En cualquier caso, M., te deseo buen viaje y una buena reentrada a tu casa.

miércoles, 8 de octubre de 2008

Alucinaciones

La verdad es que llevo dos días alucinando. Y es que no me termino de creer dos cosas que me han pasado.

La primera. Creo haber comentado recientemente que mi móvil se ha estropeado. Estuve "rajando" un poco sobre lo consumistas que nos hemos vuelto, cómo antes podíamos vivir sin móvil, etc. Pues hombre. Vivíamos sin móvil, pero teníamos cabinas de teléfono en la calle. Claro, si ya sé que Telefónica las ha ido retirando para que nosotros vayamos llamando más por el móvil y gastemos más dinero. Pero, ¿y qué ocurre con aquellos "desgraciados" como yo que no podemos disponer de móvil por unos días?

Vamos, resulta que ayer estuve trabajando en Madrid hasta por la tarde. Mi chica ya estaba en casa, pero como no somos marquesitos, pues sólo tenemos un coche para movernos de un sitio para otro. La estación de tren está lejos de casa, con lo que necesitamos el coche para desplazarnos de un sitio para otro. Como mi trabajo por Madrid no es fijo y dependo un poco de la gente con la que trabajo (a veces me enredan más, otras menos, etc.), yo no podía decir con certeza por la mañana a mi chica a qué hora iba a llegar a Galapagar para que me fuera a recoger (cómo han cambiado los tiempos... ¡las chicas recogen a los chicos! ¡Viva la igualdad!). Pues, ingenuo de mi, pensé que quizá pudiera avisar un poco antes de ir en dirección a Nuevos Ministerios para coger el tren, calculando más o menos a qué hora llegaría.

Pues no había teléfonos cerca de la boca de metro donde me metí (Sainz de Baranda), ni dentro del metro (que antaño había cerca de los tornos alguna que otra cabina), ni en la propia estación de Cercanías de Nuevos Ministerios... Es decir, yo cogí el tren y me planteé la duda si bajarme en Chamartín, dejar pasar el tren que había cogido, buscar una cabina y avisar de mi hora de llegada (porque sino me plantaba en Galapagar, igual tampoco había cabina allí y tengo que andar 40 minutos a casa [¡y ese día estaba lloviendo!]). Pues así que lo hice. ¡No había cabinas en Chamartín! Tuve que irme a un locutorio que estaba en la última esquina de la estación para poder avisar a casa (y encima tuve que esperar 3 minutos, porque la dueña había cerrado para fumarse un cigarrillo). Supongo que lo que debería hacer a partir de ahora es llevar dos móviles. Uno de repuesto del principal, por si se me estropea y no me pueda quedar sin avisar (por si acaso). O la otra opción es llevar un sistema de tambores portátiles para enviar mensajes, tal que si estuviéramos en la África profunda (¡ojo! Que con ese sistema, no habría problemas que si las ondas de los móviles provocan cáncer y tal...).

La segunda alucinación fue el mismo día. Llego a casa y mi novia me dice que nos han dejado una nota escrita a mano en el parabrisas del coche. Me explico. Por las mañanas, ambos cogemos el coche, nos vamos a la estación de tren, dejamos aparcado el coche en dos plazas de garaje nuestras cercanas a la estación, y nos vamos a Madrid. Antaño, esas plazas eran (bueno, y siguen siendo) de mi padre, y como hace años que ya no vive aquí, pues nadie aparcaba en el garaje.

Así que, en la nota pone escrito a mano en una hoja de folio partida por la mitad lo que sigue: "Sr. Rock Your World (evidentemente ponía mis dos apellidos y no este nombre friki que me he inventado). Estas plazas de aparcamiento no le corresponden. Rogamos despeje la zona lo antes posible. La Comunidad".

No salgo de mi asombro. ¿Quién sabe mis apellidos por el mero hecho de aparcar el coche ahí, cuando yo no le he dado mis datos a nadie? Ante tal situación, lo primero que se me ocurre es preguntar al conserje que anda por la zona (el garaje está situado dentro de una mancomunidad de casas) si ha sido él quién me ha dejado esa nota. Éste me mira con cara de no saber de qué va la vaina. "Yo no he sido", obtengo como respuesta. "Además, esta hoja viene firmada como de la Comunidad, pero no viene con ningún sello, ningún membrete, ni nada. Yo creo que ha sido el señor de la furgoneta que aparca junto a sus plazas". Más alucinado me quedo. O sea, esto tiene pinta de ser un particular que se mete en sitios que no le incumben demasiado.

Desde luego, lo primero que pretendo hacer es llamar al administrador del garaje y notificarle, para que en el futuro no haya más conflictos, que yo, el hijo del titular de las plazas, voy a utilizarlas, aparcando mi coche modelo x con matrícula y. Y luego voy a dejarle una nota al tío listillo de la furgoneta de al lado, preguntándole si ha sido él el que me ha dejado la nota, presuponiendo que esas no son mis plazas.

Digo yo. Si esas plazas son de mi padre, han estado vacías y ahora las ocupo yo, ¿qué problema tendrá este señor con ello? ¿Por qué parte de la base qué él tiene razón y esas plazas las estoy ocupando "ilegalmente"? Y no es que al garaje se pueda entrar libremente. Necesitas un mando para abrir la puerta de paso de vehículos, así como una llave normal para utilizar la puerta peatonal. Supongo que esas las he pirateado, claro. Además, en vez de dejar una nota preguntando si soy el nuevo dueño o algo por el estilo, el tío investiga mi nombre con el número de matrícula de mi coche, para dejar una nota en nombre de la comunidad... De verdad, que cuantas más vueltas le doy, menos entiendo esto. Por cierto, él tiene una furgoneta tan amplia y la aparca tan poco ajustada a su columna, que me invade un poco una de mis plazas, así que el que tendría motivo de queja...

Desde luego, hay veces que no comprendo las cosas...

jueves, 2 de octubre de 2008

Primeras vivencias

Resulta que doy tanto la "murga" con que voy a tener perrita, que si me voy a Valencia por ella, y ahora que la tengo, no cuento nada. Es la cosita más linda del mundo. Tiene tanto pellejito, el pelo tan suave, los ojos tan tristones, que dan ganas de comérsela (tranquilos, que hay suficiente comida en casa).

Estos días me he quedado en casa por las mañanas, porque tenía mucho trabajo atrasado. Así que he matado dos pájaros de un tiro. Estaba currando y por otro lado no dejaba a la perrita sola, que menudo cambio ha tenido de estar con su madre y hermano en un pueblo, a estar sola en Galapagar. Aunque mañana es la primera vez que se queda sola toda la mañana (algún día tenía que ser).

La verdad es que es muy buena, si no consideramos que es una meona campeona. La llevamos a la veterinaria el otro día y nos dijo que le parece que finalmente es mezcla de setter irlandes con pointer... Veamos, aclaremos el por qué de la narración de esta anécdota.

La madre de la cachorra es mezcla de setter inglés con setter irlandés. Pero nadie sabía de qué perro del pueblo se había quedado preñada (vamos, que la perra se fue de juerga y le pasó aquello de los que nos advierten a nosotros si no llevamos condón). Había varias opciones: desde otro setter que había (el propio hermano de la madre), hasta dogo alemán, pasando por pointer, etc. Cuando la perra parió, salieron los cachorros más variopintos que podía haber, haciéndonos temer lo peor. Que el padre era un monstruo de perro (un dogo llamado Zambombo [... es que con ese nombre, ¡cómo va a ser guapo!]) y que, por lo tanto, la cachorra nos iba a salir fea... Nosotros deseábamos que fuera como la madre. Setter, pelirroja y muy muy dócil y obediente. Pues el veterinario nos sacó de dudas, y nosotros la mar de contentos. Porque si es pointer, el padre es también muy noble, bueno y guapo... Claro, si es que así nos ha salido la perrita.

Pues el problema está ahora en conseguir que la perra entienda pronto donde tiene que hacer pis y caca, además de no ser perrita faldera, porque menudos dos primeros días nos montó cuando la dejábamos un ratito sola en una habitación (lloros, aullidos, golpes en la puerta cerrada, etc.).

Pero parece ser que poco a poco lo estamos consiguiendo. Llora cada vez menos cuando la dejamos sola, no la hacemos caso cuando llora a nuestro lado para llamar la atención (debe acostumbrarse a que jugará cuando nosotros queramos, etc.), suele hacer pis cada vez que la sacamos al jardín (nos ha fastidiado, si es que cada hora estamos llevándola al jardín para entrenarla en ello), etc. Desde luego, toda una experiencia esta de tener perra por primera vez en tu vida. Ahora, es impagable la sensación de alegría, ver cómo el perro te reconoce cuando entras en la habitación o apareces en el jardín y que venga corriendo, queriendo saludarte, jugar, etc.

Pero una cosa sí que no se le va a pasar por mucho que la entremos ahora. Mordernos. ¡Qué jodía la tía! Evidentemente está jugando, pero los "bocaos" que nos mete son de órdago. Desde luego, parece que quiere meterse el puño entero en la boca cada vez que nos agarra. Pero bendito sea que quiera jugar, que se encuentre a gusto con nosotros y que sea tan buena (todavía no ha destrozado absolutamente nada).

Para el que no se lo crea, aquí están las pruebas de todo lo que he contado. Por cierto, se llama Rotja (en honor a su madre, que es pelirroja, y a ella que ha salido oscurita). Esto quiere decir roja en valenciano.

miércoles, 1 de octubre de 2008

¿En qué tiempos vivimos?

Quede dicho por delante que reconozco ser un consumista. De hecho, me gusta serlo por momentos. Sé que no queda políticamente correcto decirlo, pero es que es así. Siempre me cuesta tiempo y esfuerzo ganar dinero. ¿Por qué no me lo iba a gastar en cosas que me gusten y que pueda disfrutar?

Hay una muy fina línea entre lo que prudencialmente se debe gastar y lo que debe de ahorrarse. Siempre es prudente, aconsejable y preferible tener algo de ahorros en el banco para posibles imprevistos y para momentos peores (y no me refiero sólo a crisis económica). ¿Pero qué pasa si el próximo día tienes un accidente y te mueres? A ver, creo que no soy pesimista en líneas generales, pero eso puede pasar. De hecho te puedes ir de este mundo en cualquier momento. Y entonces, ¿de qué te sirve todo el dinero ahorrado? ¿Por qué pasar sacrificios de no poder autoregalarte placeres por algo que te ha costado conseguir?

Evidentemente digo esto y luego soy el que mira la "pela" (bueno, el euro, céntimo o el equivalente de la expresión de antaño). Pero también soy una persona que le gusta gastarse muchííííííííísimo dinero en sus hobbies (música, cómics, videojuegos, aparatos electrónicos, etc.). Quizá gaste demasiado (bueno, seguramente gaste demasiado). Pero también tengo la certeza de que calculo mis ganancias y compenso dichos gastos con otras cosas (no me gasto mucho en ropa, libros, etc.).

Menudo chorreo estoy soltando sin ir al grano. A lo que voy. Todo esto me viene, porque se me ha estropeado el móvil. Hoy, por la razón que sea, ha decidido que ya no quiere funcionar más. Es un móvil bastante nuevo y que no lo he "cascado" mucho, pero ya se sabe que hoy en día, las cosas duran poco para que tengas que comprar pronto otra vez.

Con esto me he dado cuenta de las necesidades que nos han creado en la sociedad hoy en día. Antes vivíamos perfectamente sin móvil. Eras capaz de quedar con gente y encontrarte, sin necesidad de avisar con 4 SMS previos de que ya estás en camino, que llegas tarde, que vas por aquí... También ibas por la calle sin la urgencia de pensar que quieres y tienes que hablar con alguien en ese preciso momento... ¿Pero ahora? La sensación es que nadie me va a localizar durante estos días hasta que solucione el problema. Parece que me estoy perdiendo no sé cuántas llamadas diarias por no tener operativo el teléfono (luego me llaman dos gatos cada 15 días, pero la sensación está ahí). Pero, sin embargo, me ilusiona cuando consigo o compro un móvil nuevo. No me disgusta del todo pensar que seguramente tenga que renovar el teléfono (evidentemente me da cierta rabia pensar que tengo que gastar un dinero en algo que hasta ayer me funcionaba perfectamente). ¿Qué me pasa entonces?

Creo que la conclusión que saco es que nos han convertido en unos consumidores empedernidos (a mi, el primero) y que, aunque tenga la sensación de que me gusta y que lo controlo, es un problema que me no puedo, no quiero o me da pereza solucionar. No creo sano tener tantas cosas, ni sentir que debes de llevarte algo a casa cada vez que vas a alguna tienda (a ver, no voy de tiendas todos los días, ni siempre compro algo, pero si acabas gastando algo siempre que vas). Creo que debería revisar todo lo que siento y replantearme ciertas cosas. En el fondo saldría ganando, seguro.

Desde luego, en momentos así, siempre pienso en una frase que decía (y sigue diciendo, pero en menor medida) mi hermano y que tiene bastante razón (por lo menos para mi): En el paleolítico, no tenían nada de lo que hay hoy en día, y los tíos vivían felices de narices. ¿Por qué tenemos que ser tan distintos ahora y tenerlo todo? Desde luego no somos más felices por ello.