jueves, 30 de octubre de 2008

Jornalero por un día (valga la redundancia)

El fin de semana pasado he tenido una nueva experiencia religiosa, mastercard o como se quiera llamar... No sé cuántas veces más volveré a vivirla, pero hay cosas que hasta que no se hacen, no aprecias lo que hay detrás de ello.

Me explico. Este fin de semana pasado estuve en Griegos, el pueblo de mi novia, que está cerca de Teruel (el pueblo, no mi novia). Ya he estado más veces. El pueblo es pequeño pero "cuco". Los paisajes son bestiales, puesto que está en la sierra de Albarracín. Es uno de esos sitios que te permite desconectar, disfrutar de la naturaleza, desestresarte de cualquier tontería que te pudiera rondar la cabeza...

Pero el fin de semana pasado no estuvimos solamente de ocio. Una de las razones era que mi suegro necesitaba recoger patatas que había sembrado. Pero también el tío de mi novia. Y estoy hablando de pedazos de tierra bien majos (entiéndase lógicamente por grandes). Muchos surcos bien largos, donde había patatas para dar y tomar.

Pues ahí estaba yo, dispuesto a vivir esta nueva experiencia de ponerte botas, mono de trabajo, guantes. agacharte durante tiempo hasta que ya no sintieras los riñones, a sudar copiosamente, etc. Una vez preparado y sobre el terreno, el tractor de S. (dueño del terreno y tío de mi novia) se puso a remover la tierra y por ahí aparecieron patatas a montones. Y la tropa que estabamos ahí, [una tropa muy maja por cierto (creo que si digo que eramos 20 personas no me quedo corto)], veíamos el percal e ibamos como locos a por las patatas (no fuera a ser que éstas se fueran corriendo o algo por el estilo).

Pero no pudimos coger ni la mitad de la mitad (o sea, ni un cuarto). Lo malo había sido que, con tanta lluvia durante el mes de octubre, el terreno estaba con mucho barro. El tractor no podía pasar por todo el terreno y remover todo lo que se necesitaba (veías como las ruedas giraban sobre el barro y parecía hundirse por momentos más y más). Pero también nosotros, los que recogíamos, nos hundíamos con las botas en el barro. Y así, no se pueden recoger patatas.

Desde luego, de la experiencia (que duraría unas dos horas o algo así), lo que puedo llevarme conmigo es que recoger patatas es duro de narices. Si con lo que cogimos (recogeríamos tres surcos y llenaríamos quizá 15 o 20 sacos de patatas, con 10 kilos cada saco por lo menos) ya nos costó nuestro esfuerzo, ¿que habría pasado si se hubiera podido recoger los 10 surcos restantes? A veces oyes que el trabajo de campo es duro. Y nosotros asentimos, porque siempre es lo que hemos oído. ¿Pero lo decimos con conocimiento de causa? Yo desde luego que no.

Pero después de mi "esfuerzo" del domingo pasado, es que se dice eso con razón. Es MUY DURO. Estar expuesto a las inclemencias del tiempo (sol de justicia, frío, lluvia, etc.), tener que agacharte constantemente a recoger lo que hayas plantado, transportarlo, limpiarlo un poco, meter en sacos o cajas... Para que luego lleguemos nosotros (los urbanitos) y digamos que el precio del kilo en el súper es desmesurado... Vete a sembrar y recoger patatas tú y luego me dices si el precio te parece caro. Creo que no nos damos cuenta que mucha gente ha trabajado muy duro para que toda esas hortalizas, verduras, etc. lleguen a nosotros. Que han sudado la gota gorda y que apenas reciben poco dinero por ello (porque el que infla el precio luego es el supermercado)... Cuando te toca a ti recoger todo, entonces te das cuenta de que algunas cosas, que quizá damos por sentado, no son así.

Por ello, mi admiración sincera para toda aquella gente que se dedique profesionalmente o por ocio al campo. ¡Olé vosotros! (por no decir obscenidades).

Eso sí, ¡qué bien me saben ahora mismo las tortillas de patatas hechas con dichas patatas! De hecho, reconozco a cada una de las patatas que he cogido con mis propias manos...

No hay comentarios: