miércoles, 1 de octubre de 2008

¿En qué tiempos vivimos?

Quede dicho por delante que reconozco ser un consumista. De hecho, me gusta serlo por momentos. Sé que no queda políticamente correcto decirlo, pero es que es así. Siempre me cuesta tiempo y esfuerzo ganar dinero. ¿Por qué no me lo iba a gastar en cosas que me gusten y que pueda disfrutar?

Hay una muy fina línea entre lo que prudencialmente se debe gastar y lo que debe de ahorrarse. Siempre es prudente, aconsejable y preferible tener algo de ahorros en el banco para posibles imprevistos y para momentos peores (y no me refiero sólo a crisis económica). ¿Pero qué pasa si el próximo día tienes un accidente y te mueres? A ver, creo que no soy pesimista en líneas generales, pero eso puede pasar. De hecho te puedes ir de este mundo en cualquier momento. Y entonces, ¿de qué te sirve todo el dinero ahorrado? ¿Por qué pasar sacrificios de no poder autoregalarte placeres por algo que te ha costado conseguir?

Evidentemente digo esto y luego soy el que mira la "pela" (bueno, el euro, céntimo o el equivalente de la expresión de antaño). Pero también soy una persona que le gusta gastarse muchííííííííísimo dinero en sus hobbies (música, cómics, videojuegos, aparatos electrónicos, etc.). Quizá gaste demasiado (bueno, seguramente gaste demasiado). Pero también tengo la certeza de que calculo mis ganancias y compenso dichos gastos con otras cosas (no me gasto mucho en ropa, libros, etc.).

Menudo chorreo estoy soltando sin ir al grano. A lo que voy. Todo esto me viene, porque se me ha estropeado el móvil. Hoy, por la razón que sea, ha decidido que ya no quiere funcionar más. Es un móvil bastante nuevo y que no lo he "cascado" mucho, pero ya se sabe que hoy en día, las cosas duran poco para que tengas que comprar pronto otra vez.

Con esto me he dado cuenta de las necesidades que nos han creado en la sociedad hoy en día. Antes vivíamos perfectamente sin móvil. Eras capaz de quedar con gente y encontrarte, sin necesidad de avisar con 4 SMS previos de que ya estás en camino, que llegas tarde, que vas por aquí... También ibas por la calle sin la urgencia de pensar que quieres y tienes que hablar con alguien en ese preciso momento... ¿Pero ahora? La sensación es que nadie me va a localizar durante estos días hasta que solucione el problema. Parece que me estoy perdiendo no sé cuántas llamadas diarias por no tener operativo el teléfono (luego me llaman dos gatos cada 15 días, pero la sensación está ahí). Pero, sin embargo, me ilusiona cuando consigo o compro un móvil nuevo. No me disgusta del todo pensar que seguramente tenga que renovar el teléfono (evidentemente me da cierta rabia pensar que tengo que gastar un dinero en algo que hasta ayer me funcionaba perfectamente). ¿Qué me pasa entonces?

Creo que la conclusión que saco es que nos han convertido en unos consumidores empedernidos (a mi, el primero) y que, aunque tenga la sensación de que me gusta y que lo controlo, es un problema que me no puedo, no quiero o me da pereza solucionar. No creo sano tener tantas cosas, ni sentir que debes de llevarte algo a casa cada vez que vas a alguna tienda (a ver, no voy de tiendas todos los días, ni siempre compro algo, pero si acabas gastando algo siempre que vas). Creo que debería revisar todo lo que siento y replantearme ciertas cosas. En el fondo saldría ganando, seguro.

Desde luego, en momentos así, siempre pienso en una frase que decía (y sigue diciendo, pero en menor medida) mi hermano y que tiene bastante razón (por lo menos para mi): En el paleolítico, no tenían nada de lo que hay hoy en día, y los tíos vivían felices de narices. ¿Por qué tenemos que ser tan distintos ahora y tenerlo todo? Desde luego no somos más felices por ello.

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