domingo, 14 de septiembre de 2008

La noche en blanco

¿Por qué le pondrían ese nombre? La noche en sí es oscura, por no decir negra. Quizá tenga algo que ver con la luna, que ayer estaba casi llena y presidía en el cielo sobre las masas que se movían en las calles de Madrid, dando una luz extraordinaria.

Creo que el eslogán no es muy acertado, porque a mi me sugiere más bien que es una noche vacía, una noche en la que no se hace nada... Sin embargo, supongo que la intención de su creador es sugerir otra cosa. El hecho de que los museos estén abiertos por la noche, que haya actividades musicales, culturales, etc. en las calles... Vamos, ofrecer muchas más cosas de las que Madrid ya tiene de por si y la noche se convierte casi en día por la numerosa actividad existente.

Desde luego yo no pasé una noche en blanco. Pero no fue por las cosas que pudiera ofertar la ciudad con motivo de este evento. De hecho, pienso que la famosa noche fue un desastre integral (y ya van dos, porque el año pasado ya me pareció otro "bluff" impresionante). No veo el menor interés en que las masas estén todas en la calle, intentando entrar en sitios que puedes ver normalmente durante el día y durante todo el año, creándose unas colas de espera para entrar IMPRESIONANTES (estoy hablando de horas para visitar sitios que normalmente puedes ver el resto del año). No puedes andar bien por las calles por la cantidad de gente que había, el metro estaba colapsado (tanta oferta de estar abiertos hasta las 3 de la mañana y luego resulta que no había persona que consiguiera entrar en él, habiendo colas desde el torno de entrada hasta la boca del metro en la calle), los espéctaculos de la calle sencillamente lamentables (escenarios con luces o algún vídeo insulso), las calles llenas de papeles tirados en el suelo, al igual que botellines, vasos de plástico, gente orinando en cualquier esquina, etc. Lamentable. Luego dirán que fue un éxito rotundo. Qué nunca había habido tanta gente que se interese por la cultura, etc. No lo entenderé nunca. Prefiero pagar por ver aquello que me interese, en el momento que más me convenga y apetezca y sin tener que esperar tremendas colas y estar agobiado de gente.

Pero digo que para mí no fue una noche en blanco. Por suerte yo ya tenía entradas para el concierto que os comenté en una de las entradas anteriores del blog: Sam Roberts. Pero antes había que coger un poco de fuerzas en un restaurante italiano (Luna Rossa, os lo recomiendo). Unos antipasti de entrantes, una pizza hecha sobre fogones de leña y un buen postre, y ya estabamos listos para disfrutar de la música (quizá debería ponerme un poco más a dieta, pero es que hay que disfrutar un poco de la vida, ¿no?).

Ya estaba todo listo. La sala es pequeña y acogedora. El público ronda la misma edad que yo, aunque veo a alguna persona un poco más mayor. Todos tenemos ganas de oir a este hombre con su banda. Aunque debo decir que nunca lo había visto o oído en directo, por lo que no sabía muy bien qué me esperaba. Señores, ¡menuda actuación! Nada que envidiar a grupos de renombre que llenan estadios y amasan millones con cualquier single que editen. El grupo se dejó la piel sobre el escenario, entremezclando las canciones rockeras con medios tiempos preciosos, bien haciendo cantar al público, otras veces acallándonos con el sonido de las guitarras, demostrando su buenhacer musical con jam session en mitad de alguna canción... Este canadiense se ganó a todo el mundo hablando en castellano con el público entre canción y canción (como me acordé de Oasis, que vienen en todas su giras por España y el cantante siempre suelta en inglés "os diría algunas cosas, pero es que no tengo ni papa de español"... ¡Pues aprende, coño!). Un poco más de hora y media de concierto tocando sin parar. Dijo el señor Roberts casi al final: "Hoy es la noche en blanco. Sabemos que empieza aquí, pero no sabemos dónde va a acabar".

Lamentablemente yo sí sabía dónde iba a acabar. Eran casi las 2 de la mañana cuando acabó el concierto y todavía teníamos que llegar a Galapagar en coche. ¡Menudas ganas de conducir 40 kilómetros a esas horas! Pero el viaje se hizo muy corto, porque todavía tenía en mi cabeza los ecos de las canciones, el vibrar de la gente, la sonrisa del cantante, la camiseta y un póster que me había comprado, etc. Hacía tiempo que no me lo había pasado tan bien y ya tengo ganas de que este hombre vuelva, porque, desde luego, yo no pasé ninguna noche en blanco.

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